viernes, enero 26, 2007

El patito feo


A veces me siento como si fuera el patito feo

lunes, enero 22, 2007

Consenso en no consensuar


A raiz de leer un artículo sobre el tema, me he estado preguntando si es razonable para una esclava llegar a consensuar con su Amo una relación no consensuada.
En el siglo XIX, la esclavitud no era consensuada. El amo gozaba de todos los derechos sobre la esclava de modo que, incluso, la vida de esta estaba en sus manos. Matar a un esclavo no era delito o, si lo era, no era, normalmente, perseguido.
En el siglo XXI y en la relación BDSM la esclava mantiene un vínculo consensuado de modo que puede establecer las reglas y los límites que cree oportunos y, sobre todo, puede abandonar esa relación y a su Amo cuando lo desee. Pero un Amo y una esclava tienen todo el derecho del mundo a consensuar una relación en la que nada se consensúe, porque cumpliría fielmente las reglas del BDSM.
Desde mi punto de vista, tal relación representaría el grado más elevado de esclavitud y supongo que la meta deseada para la mayoría de las esclavas. Qué satisfacción mayor puede existir que entregar al Amo el cuerpo y la mente sin restricciones, con todas las consecuencias y hasta el final. Soy consciente de los problemas que tal decisión acarrearía. El primero y más importante, la inseguridad que se cerniría sobre la esclava, y aunque inseguridad puede existir en cualquier relación por muy consensuada que esté, el primer requisito sería una confianza ciega y absoluta en el Amo, de modo que éste garantizase la vida, el bienestar, la salud y la realización como persona de la esclava.
Debo confesar que, aunque utópica, es una posibilidad inmensamente atractiva. Ser la esclava de un Amo sin restricciones, sin límites, las veinticuatro horas del día y sin posibilidad de vuelta atrás salvo, quizá, por incumplimiento de las partes o por decisión del propio Amo, es algo que debe estar en la mente de muchas esclavas. Seguramente si pudiera hacerse como prueba durante una semana o durante un mes, muchas de nosotras nos decidiríamos.

jueves, enero 18, 2007

Secuelas



Te llevas una alegría cuando te enteras de que ese libro que necesitas para el curso y que cuesta una fortuna lo tiene una amiga y te lo puede prestar. Quedáis para ir a su casa a recogerlo y una mañana, al término de las clases, te subes a su coche para recorrer los doce kilómetros que os separan de la urbanización en las afueras de la ciudad, donde resides.

Es noviembre y hace un mal día. Ha estado lloviznando toda la mañana y la temperatura es desagradable. Sin que os importe, hacéis el trayecto inmersas en una charla entretenida que sirve para que los minutos pasen más rápidamente. Estáis a punto de llegar al pueblo para lo que hay que rodear una rotonda de la que salen varios ramales. Al hacerlo, tu amiga disminuye la velocidad del coche pero, sin saber cómo, las ruedas patinan y el auto se va bruscamente a la izquierda, invadiendo el carril contrario. Y en ese mismo instante te das cuenta. Otro coche viene de frente y el impacto es inevitable. Es una décima de segundo. Lanzas un grito y tensas el cuerpo como si con ello te pudieras proteger con alguna garantía. Luego, oyes el chirriar de los neumáticos, el golpeteo de la gravilla, la lluvia que sigue cayendo y, al final, ese golpe seco y aparatoso que precede al silencio.

Durante los momentos que siguen tu desorientación hace que no sepas dónde estás ni lo que ha pasado, ni siquiera si te encuentras con vida o si sigues entera.

Después, la cadena de acontecimientos que comienza con la detención de los coches que circulaban junto al vuestro, con la gente que se arremolina, con la visión de tu amiga, como tú viva. Os ayudan a salir del coche, escuchas las sirenas de la policía y de las ambulancias y te ves a ti misma sobre una camilla que descansa en el asfalto. Te preguntas lo que tendrás y, sobre todo, si lo tendrás para siempre.

En el hospital te lo dicen: Te has roto la columna y el esternón y el brazo izquierdo. El cinturón de seguridad se te ha clavado en la garganta. Le dices a alguien que llame a tu familia y luego, cierras los ojos y te preguntas si volverás a ser la misma de antes. Todavía no eres consciente de que esa mañana de noviembre tu vida ha cambiado para siempre.

martes, enero 16, 2007

A mi hermana



Hoy la Torre está un poco más triste y mucho más silenciosa. No se oyen ya las risas estimulantes ni los comentarios divertidos. No existen las conversaciones a duo con el Amo ni las observaciones ni se escucha ese hablar suave y cadencioso que tantas veces lo embargó todo.

Hoy me he quedado sola, sin la única compañía que he tenido durante tantos meses. Hoy, cuando mi Amo entre en el cuarto sólo podrá mirarme a mí. Cuando decida usar a sus esclavas sólo podrá usarme a mí, cuando quiera emplear el látigo o la fusta, cuando desee usar la cuerda, cuando busque ser servido, tener una criada o sentirse acompañado, no podrá escoger entre nosotras porque no habrá opción para elegir.

Hoy mi hermana nos ha dejado. Desconozco sus razones pero las respeto profundamente. Ha decidido abandonarnos y seguir su camino sin nosotros y yo me he sentido tan sola que no he podido evitar que una impertinente lágrima recorriese mi rostro como homenaje a lo que ella significa para mí.

Hoy, mi Amo y su esclava silvia han sido incapaces de hablar de otra cosa que de la esclava elena, no han intentado siquiera el más mínimo juego porque todo, su ánimo, sus palabras y sus recuerdos estaban impregnados de ella. Hoy mi Amo no se ha sentido con fuerza para darme una sola orden y yo, su esclava, no me he atrevido a contarle lo que tenía pensado porque no era momento para hacerlo.

Si hoy pudiera pedir un deseo, si tuviera a mi alcance una lámpara maravillosa, le suplicaría que hiciese todo lo posible para lograr su regreso, para que cuando mañana despertara, ella estuviese en la cama de al lado, durmiendo con esa placidez que da el sentirse en paz.

Pero elena nunca se irá del todo. Allá donde ella quiera estar, en un hospital, en un consultorio, en otra mazmorra o en un palacio maravilloso llevará una brizna de su Amo y de su hermana del mismo modo que su Amo y su hermana llevarán siempre lo mejor de ella.

Deseo que seas la más feliz de las esclavas, elena, que encuentres lo que quieres, que no me mires mal si en algún momento te he perjudicado y te digo que si mañana quieres volver mi Amo, que no puede decírtelo personalmente, y yo, que sí puedo hacerlo, seremos igual de felices que lo que lo hemos sido mientras has estado con nosotros.

sábado, enero 13, 2007

Cesión



Una de las cosas que más me han llamado la atención en mi corta experiencia como esclava ha sido el interés de un buen número de amos en conseguir una cesión temporal para poder disponer de mí durante una sesión, durante un día o, incluso, durante un fin de semana. Hasta ahora, mi Amo se ha negado de manera sistemática a esa posibilidad, aduciendo casi siempre que todavía no estoy preparada para dar ese paso, pero sé que muy posiblemente llegará un momento en el que decida cederme o, por lo menos, compartirme, ejerciendo de ese modo su derecho innegable.

En sí no estoy en contra de que una esclava pueda ser cedida y reconozco que puede ser excitante poder tener algún tipo de experiencia con otra persona, que tiene su morbo convertirse, temporalmente, en la esclava de otro amo y que, por si eso fuera poco, es un derecho de los amos conceder ese préstamo, pero lo que verdaderamente me ha llamado la atención ha sido la forma en que una gran mayoría de ellos plantean la cesión.

Y es que un gran porcentaje lo que pretende es una cesión total, para una o varias sesiones reales en las que, por supuesto, se incluye el sexo en sus versiones más degradantes, y ello a los pocos días o, incluso, a las pocas horas de haber conocido a la esclava y sin conocer prácticamente al amo de la esclava. Y yo me pregunto, ¿qué esclava se va a ir con una persona a la que no conoce, con la que a lo sumo ha hablado un par de veces, casi siempre a través de chat, a un lugar, asimismo, desconocido?

Casi ninguno de esos amos se plantea que sería mucho más lógico y mucho más beneficioso para sus intereses ir poco a poco, empezar por charlas o por chats, ir añadiendo a esas charlas algún elemento morboso, continuar con sesiones ciber y no plantearse una cesión real hasta que exista una verdadera posibilidad de conseguirla. Estoy convencida de que la mayoría de los amos no pondrían inconvenientes a ceder a sus esclavas si fuera en esas condiciones y también estoy segura de que muchas esclavas verían con buenos ojos una cesión con esas características.

Claro que hay amos que no están dispuestos a esperar, sin darse cuenta, en muchos casos, que con su método nunca van a alcanzar su objetivo.

domingo, enero 07, 2007

Cadena de esclavas


Anoche tuve un sueño. Soñé que había llegado a tierra a bordo de un gran barco repleto de esclavas y guardado por varios hombres de raza negra, los mismos que nos habían custiodiado durante la travesía. Y soñé que al salir del barco formaron varias hileras con nosotras, nos unieron mediante gruesas cadenas y nos condujeron a través del puerto primero y por algunas calles después, hasta llegar a una gran plaza que se hallaba abarrotada de gente.
Recuerdo que íbamos desnudas, con nuestras manos y con nuestros pies unidos mediante fuertes grilletes y recuerdo que cuando alguna de nosotras se retrasaba o levantaba la mirada o intentaba decir algo, uno de aquellos hombres se acercaba velozmente para azotarnos con fuerza con el objetivo de que reanudásemos la marcha o de que bajásemos la mirada al lugar que, como siervas, nos correspondía.
En el sueño que tuve anoche los hombres de raza negra iban subiendo una a una a las esclavas a un estrado desde el que se dominaba la plaza entera y se las ofrecían a los hombres que abarrotaban el sitio, los cuales pujaban por las que eran de su agrado. Cuando llegó mi turno, me izaron en volandas y me colocaron sobre el estrado junto a otro hombre, también de la misma raza, que hacia de maestro de ceremonias.
Y comenzó la puja. A los pocos minutos solo quedaron dos personas dispuestas a comprarme y es que, a pesar de los elogiosos comentarios del maestro nadie pensó que pudiera ser de gran valor. Uno de los que quedaron era un hombre gordo, rubicundo, grasiento, de hablar soez, que me queria como objeto sexual; el otro, era un hombre de unos treinta y cinco años, alto, delgado, con el cabello oscuro, aspecto limpio y acento suave y pausado que pujaba por mí para convertirme en su esclava personal. Al principio fueron parejos en sus pujas, subía uno y le respondía el otro, pero después de un rato, el hombre grueso y soez incrementó su oferta tan desmesuradamente que obligó al otro a renunciar a mi compra porque no disponía de tanto dinero.
Sentí que se me hundía el mundo y comencé a llorar entre las risotadas de aquella masa. Llanto profundo y sin consuelo, llanto amargo, obscuridad absoluta sólo mitigada por el rostro del hombre al que anhelaba y del que quería ser esclava.
Cuando anoche desperté del sueño, mi Amo se hallaba sentado en la cama junto a mí y me miraba con expresión de complacencia. Lo miré y le sonreí, volví a verlo mentalmente en aquella plaza y me sentí feliz porque lo que,verdaderamente, tuve anoche no fue más que un sueño.

jueves, enero 04, 2007

Gracias


Gracias, Amo, por haberme aceptado como sumisa sin saber nada de mí, por admitir partir de cero, por enseñarme a ser mejor.
Gracias, Señor, por permitirme ser su esclava, por colmar mis deseos, por satisfacer mi sueño.
Gracias, mi Amo, por hablarme cada día, por seguir mi conversación, por perder el tiempo conmigo.
Gracias, también, por adiestrarme, por enseñarme a ser su esclava, por perdonar mi errores y mis fallos.
Gracias, Amo, por usarme como esclava, por acceder a que le sirva, por exigirme unas normas.
Gracias, Amo, por perdonar tantos fallos, por confiar tanto en mí, por dejarme ser como soy.
Gracias, Amo, por sus órdenes, por sus exigencias, por tratarme como a una esclava y al mismo tiempo como a una amiga.
Gracias, Señor, por castigarme, por instruirme, por hacer de mí esa perra que pretendo ser y a la que aspiro a compararme.
Gracias, Amo, por protegerme, por defenderme, por ejercer su autoridad para que otros no me perjudiquen.
Gracias, Amo, por su paciencia, por su tolerancia, por su experiencia, por haber evitado que me sienta fuera de lugar.
Gracias, Señor, por hacer que, aunque nada prospere o aunque sea incapaz de llegar más allá, jamás pueda olvidar los mejores momentos de mi vida, los más ilusionantes, los que me han hecho ser esa persona con la que siempre soñé.
Perdón, Amo, por mis faltas, por mis incumplimientos, por mis miedos, por mis dudas, por mis recelos, por mi rebeldía, por mis frases erróneas.
Perdón, mi Señor, porque aún me falta mucho para ser una buena esclava.