jueves, marzo 29, 2007

Sensaciones


Falta todavía un mes y ya estoy más nerviosa que un flan. También estoy llena de ilusión y de expectativas y mi cabeza no deja de pensar. Dudo si ir a esperarlo o quedarme esperando. Dudo sobre la manera de recibirle, de acercarme, de saludarlo. Dudo acerca de mi actitud y de mi comportamiento.
Pero, además de dudar, imagino. Me imagino paseando a su lado y sé que las palabras no saldrán con la fluidez que debieran porque los nervios me atenazarán, porque mi situación de esclava sumisa me impedirá comportarme con soltura. Me imagino comiendo en algún lugar típico y sé que me sentiré cohibida porque será imposible sostener su mirada. Me imagino una habitación de hotel y me entran escalofríos, seguramente no de miedo, probablemente de alegría por llegar a ese momento ansiado a ese instante en el que habré de mostrar esa sumisión que vengo pregonando a los cuatro vientos y de la que me siento tan orgullosa. Me imagino atada, esperando ese primer azote, temblando, esta vez sí de miedo, pero también de ansiedad, porque estaré a un instante de alcanzar el punto de no retorno. Me imagino inmovilizada, a su merced y mi cabeza se llena de pensamientos, de truculencias, de incógnitas que desearé desvelar cuanto antes. Me imagino en un tren, en otra ciudad, en otro ambiente, con la duda de no saber qué va a pasar, porque lo que va a ocurrir no dependerá de mí, sino de sus deseos. Me imagino en la despedida, con los ojos llenos de lágrimas, resentida conmigo misma por no haber sabido alargar el tiempo hasta el infinito.
Y también tengo miedo. Miedo de que las cosas no salgan bien, de que ocurra algo imprevisto, de que tras su marcha me quede tanta angustia que no sea capaz de seguir adelante, de volver a la pantalla de un ordenador. Miedo, también a descubrir que no soy capaz de asumir mi papel de esclava, que todas las certezas, las ilusiones, los compromisos y deseos se desvanezcan en un instante por no estar capacitada para afrontar una realidad. Pavor, sobre todas las cosas, a que se sienta defraudado.

sábado, marzo 24, 2007

Quisiera



Quisiera, cuando pase el tiempo, ser una profesional competente, tener un trabajo digno en el que poder desarrollar los conocimientos que he adquirido tras todos estos años. Quisiera haber tenido la oportunidad de hacer una especialidad acorde con mis deseos, en algún lugar de prestigio donde hubiera podido aprender todo eso que me habría permitido alcanzar las metas deseables.

Quisiera que, ya para esa época, se hubieran terminado mis problemas de salud. Que ya no hubiera que seguir recorriendo centros y consultas para dejar atrás lo que un maldito y estúpido accidente me provocó y que me está teniendo a las puertas de la renuncia a todos esos objetivos que tenía marcados desde hace tantos años.

Quisiera, cuando ya mis problemas más acuciantes se hubieran solucionado, tomar correctamente la que será la decisión más importante de mi vida, tener la posibilidad de valorar cualquier opción y escoger esa que ya sé que voy a elegir.

Quisiera, para entonces, poder llevar mi esclavitud hasta sus últimas consecuencias, sin miedos y sin recelos, teniendo claro que tras ese deseo está el futuro más brillante y esperanzador que se pueda desear.

Quisiera, por ello, transformar mi experiencia en normal y rutinaria, hacer de ella el eje de mi vida y no una excepción. Ofrecerlo todo y ser correspondida.

Quisiera compartir mi vida con un Amo que al tiempo fuese amigo, amor y amante, regalarle hasta la más efímera de mis voluntades, que mi cuerpo fuera suyo, que mi vida fuera suya, que mi decisión fuera, también, suya. Quisiera no tener que hablar a través de una pantalla ni mostrar mi sumisión en una habitación vigilada en la que sólo se halla el espíritu de un deseo. Quisiera compartir, al tiempo, un espacio, un lugar pero también una existencia de la que él se hiciera cargo. Gozar de sus cuidados, sentirme protegida, saber que ningún mal ha de pasarme, que las tareas, las pruebas, los instrumentos, las humillaciones, son sólo un medio para llegar a tocar el cielo con los dedos.

Quisiera no estar soñando.

miércoles, marzo 21, 2007

Sueño


Sueño con cruzar el mar y aterrizar, presa de ese inmenso nerviosismo que producen las sensaciones nuevas y desconocidas, allá donde la tierra parece diferente. Ser acompañada al lugar que mi imaginación ya ha compuesto con todo lujo de detalles, adentrarme en sus salones y recorrer sus pasillos, ser conducida hasta ese rincón que me estará reservado y que ocuparé durante mi estancia.
Sueño con permanecer allí durante el tiempo preciso para hacer mi estancia rutinaria y, al mismo tiempo, apasionante. Pasear por los caminos y acercarme al mar o mirar al horizonte mientras escucho la historia de sus habitantes, de sus lugares y sus monumentos pero, sobre todo, de su pasado.
Sueño con visitar pequeños rincones, obervar las sombras que juguetean con el sol, comer en típicos lugares y ser conducida como si además de una esclava fuese también una reina a la que mostrar la belleza de un paraje que conozco sin haberlo visto.
Pero también sueño con ser conducida a la mazmorra, donde descubriré todos esos objetos que he ido imaginando a lo largo de los meses, sentir su textura y palpar su forma. Más aún, sueño con ser protagonista y objetivo de todos esos instrumentos, sentirlos sobre mi piel y sobre mi cuerpo, portarlos yo misma y participar, de esa forma, en verdaderas sesiones en las que mi condición de esclava sea motivo suficiente para ser azotada hasta que el dolor me lleve al éxtasis, ser atada e inmovilizada, humillada y usada, como no lo he sido nunca hasta ese momento.
Y sueño con que al regreso, mi vida sea ya diferente, mis dudas alejadas y mi futuro ese por el que llevo suspirando desde hace tanto tiempo.
Pero quiero que no sea sólo un sueño.

jueves, marzo 15, 2007

Desvalida


Me siento desprotegida, como una perra de la calle que ha perdido a su dueño. También me siento inútil, incapaz de dar sentido a los días. Desvalida, porque no sé decidir por mí misma. Transcurren los días lentamente y me sobran horas que no sé como llenar. Paso el tiempo sentada en el suelo o sobre la cama, mirando sin interés algún libro, pasando hojas que intento memorizar mientras mi mente va por otros caminos inmersa en sensaciones encontradas. Y es que entregué tanto mi voluntad, cedí de manera tan profunda los pensamientos de mi mente y el control sobre mi cuerpo que necesito que el dueño de esa mente y de ese cuerpo me marque lo que debo hacer. Pero mi dueño no está.

jueves, marzo 08, 2007

Él


Me ha enseñado lo que sé. Me ha convertido en esclava. Me ha hecho sentir el placer de ser esclava, me ha hecho desear la más absoluta humillación, que el dolor me provoque esa sensación que te eleva y te transporta a un mundo diferente. Me ha ofrecido en bandeja esa forma de vida que me deslumbra y me llena, por la que lucho con todas mis fuerzas y contra la fuerza de todos. Se ha reído conmigo. Me ha hecho soltar mil carcajadas. Me ha humillado hasta hacer que me sienta sucia y baja. Me ha piropeado, me ha alabado, me ha insultado. Me ha ordenado hacer cosas infames, me ha dominado hasta la más absoluta sumisión. Ha hecho que me sienta desvalida sin él, preocupada por su culpa, con la imperiosa necesidad de sentir su poder sobre mí. Me ha transformado en su esclava, se ha convertido en mi Dueño, en una persona a la que respeto profundamente y a la que, en cierta forma, también temo.
Y yo he intentado corresponderle, ser tan sumisa y tan obediente como he sido capaz. He tratado de satisfacer sus pretensiones y sus deseos y hacerlo de la forma que imaginaba podía proporcionarle más placer. Sé que ése ha sido el verdadero problema y que, a pesar de todo, lo seguirá siendo, pero intento superarlo y proseguir porque también me ha enseñado a saber que cuando se hace algo tiene que ser con el convencimiento de que se quiere hacer o, lo que es lo mismo, que si se está haciendo algo, adiestrar a una esclava patosa, por ejemplo, es porque se desea realizar.

lunes, marzo 05, 2007

Balance



1.- Prácticas que esta esclava ha realizado ya.
Humillación oral y física; sexo; jueguetes sexuales; marcas; control del aspecto físico; control de la vestimenta; lluvia dorada; pinzas; pesas; hielo; bondage; cadenas; dolor; azotes; mordazas; exhibicionismo; rol animal; servicio doméstico; collares; interrogatorios.
2.- Prácticas que esta esclava realizará en el futuro.
Cera; enemas; privación sensorial; suspensiones; anillado; cesion; alquiler; lecturas obligatorias.
3.- Prácticas de las que mi Amo ha eximido a su esclava.
Coprofagia; asfixia; agujas; cortes; modificación corporal; electricidad; emputecimiento.

jueves, marzo 01, 2007

¿Soy masoquista?


Honestamente, no me siento capaz de responder a esa pregunta. En parte, depende de dos circunstancias: de mi propia evolución ante el dolor y de la definición que tomemos como correcta acerca de lo que es masoquismo. Durante mucho tiempo no he sentido ningún apego por el dolor. Ni siquiera he pensado en él más que como fuente de malestar, evidencia de enfermedad y sensación desagradable que era necesario evitar. Luego, junto con mi propia evolución personal también fue cambiando mi percepción del dolor y casi llegó a ser algo apetecible de experimentar. Quería saber, conocer una sensación desconocida porque no se trataba de dilucidar si el dolor provocado por una enfermedad o por un golpe era más o menos placentero, que no me parece que lo sea en absoluto, sino ese otro dolor fruto de una sumisión que ya por entonces era un objetivo deseable para mí.
Con mi entrada en la sumisión, primero, y en la esclavitud, después, he tenido la oportunidad de experimentar el dolor, no sólo físico sino también mental, que caracteriza a este tipo de relación y debo admitir que para mí resulta claramente placentero. Siento placer ante el impacto del látigo sobre mi piel y lo siento por dos causas claramente definidas. Primero, porque ese dolor es fuente de placer para mi Amo y el placer de mi Amo se transforma en el mío propio. Me gusta pensar que mi Señor me azota porque sí, porque es su gusto, porque quiere hacerlo o, incluso, porque siente placer con ello. Me gusta pensar que soy su esclava y que como tal no puedo hacer nada para evitarlo. Pero también me gusta por la propia sensación que producen los impactos en mi cuerpo. De un lado, porque al recibirlos me siento impotente, inferior, mucho más esclava, alguien a quien se pega para disfrutar. Del otro, porque llega un momento en que el dolor empieza a disminuir hasta prácticamente desaparecer y en ese momento se alcanza un estado superior, una especie de éxtasis al que es difícil renunciar.
No sé si todas estas sensaciones demuestran que realmente soy masoquista o si serlo consiste simplemente en el disfrute puro y duro del dolor. En cualquier caso no me avergüenza la palabra y del mismo modo que me siento sumisa y orgullosa de ser la esclava de otra persona, tampoco me importaria aceptar que soy masoca.