domingo, mayo 25, 2008

Límites de la esclava


De todos es bien sabido que cuando se inicia una relación de BDSM, el Amo y la esclava se reúnen para pactar los términos de la misma. En la mayoría de los casos se acuerda firmar un contrato que si bien no tiene ninguna validez jurídica, sí vincula a ambas partes desde un punto de vista personal o ético. Y todo el mundo sabe que en ese contrato se plasman las condiciones en las que se va a desarrollar la relación y los derechos y deberes de ambas partes, aunque tal vez fuera mejor decir los derechos del Amo y los deberes de la esclava.
Una de las cláusulas importantes de ese contrato son las que estipulan los límites que la esclava pone a la que va a ser relación con su Amo, los momentos en los que va a estar disponible, las prácticas que acepta y las que no acepta, las palabras de salvaguarda y los demás requisitos de lo que será la relación en el futuro.
Naturalmente, yo también pacté con mi Amo las condiciones de nuestra relación, pero si se mira bien nuestro contrato y si recuerdo los momentos en que tomamos los acuerdos debo decir que verdaderamente no tengo límites que poner a mi condición de esclava. Es verdad que hay prácticas que no realizamos, como el scat, la zoofilia, los cortes y alguna otra pero no es porque esta esclava los haya limitado, sino porque ni a mi Amo ni a mí nos gustan y no los haríamos de ninguna forma, aunque si mi Amo se empeñase no podría impedirlo.
Llegados a este punto debo decir que no creo en los límites y que pienso que una esclava no los debe tener con su Amo. Naturalmente, hablo de una relación en la que la confianza mutua preside todos los actos y si en el post anterior todo el mundo estaba de acuerdo de que el Amo debía autolimitarse no veo qué necesidad hay de que la esclava imponga restricciones. Una esclava es eso, una esclava, sin derechos y sin privilegios y, por supuesto, sin derecho a vetar. Una esclava debe confiar en su Amo para saber que no va a hacer nada que le perjudique física o mentalmente y si de vez en cuando tiene que hacer algo desagradable, eso "entra dentro del sueldo".
Tampoco soy partidaria de las palabras de salvaguarda y no lo soy por las mismas razones. Cuando mi Amo me ordena realizar algo doloroso o humillante o asqueroso es absurdo que me niegue con una palabra, porque sé que antes de llegar a ese extremo (extremo que por orgullo dilataré lo más posible) él ya se habrá dado cuenta de lo que ocurre y habrá detenido su acción. Qué clase de esclava sería yo y qué clase de relación mantendría si cuando no me gustara algo lo evitara con una palabra.
La esclava debe tener un solo límite y un solo derecho que es decir "basta, hasta aquí hemos llegado". Terminar con la relación puede hacerlo en cualquier momento y si su Amo no merece la confianza que ella ha depositado en él debe terminarla cuanto antes. Mientras tanto, es una esclava sin derechos, sin beneficios y sin otra cosa que lo que quiera darle su Amo.
P.D. Este comentario está dirigido a todos los Amos y esclavas que mantienen una relación duradera y consolidada. Nada de lo que digo vale para los principiantes que sí deben tener límites, palabras de salvaguarda y un millón de precauciones más.

lunes, mayo 19, 2008

Los límites del Amo


Durante mucho tiempo me he estado preguntando si un Amo debe tener límites en la relación con su esclava. No me estoy refiriendo a esa clase de límites que se pactan al comienzo de la relación y por culpa de los cuales un Amo no puede practicar con su esclava aquellas experiencias que hayan sido consensuadas limitar. Me estoy refiriendo a esas otras limitaciones que podríamos denominar éticas o personales y que no se tratan en las conversaciones previas que establecen las condiciones en que se va a desarrollar la relación entre el Amo y la esclava. Pondré algunos ejemplos:
El Amo está azotando a su esclava pero ¿hasta qué límite puede o debe hacerlo? ¿debe autolimitarse si cree que está empleando demasiada violencia, aunque no haya ningún signo de que sea así, si piensa que puede provocar alguna marca indeseable, aunque sea evidente que la esclava está disfrutando? Se me dirá que la esclava tiene su palabra de salvaguarda pero la mayoría de las esclavas no la pronunciarán, por orgullo o por vergüenza, hasta que posiblemente sea demasiado tarde.
¿Hasta qué punto es ético, desde el punto de vista del Amo, humillar a una esclava? Una vez le pregunté a mi Amo si le gustaría humillarme hasta hacerme llorar y me dijo que eso era un disparate, que nunca se debe llegar a ese extremo porque puede dejar huellas psicológicas para toda la vida. Entonces, ¿debe limitar el Amo su humillación o por el contrario puede llevar las vejaciones y la degradación hasta sus últimas consecuencias? ¿Debe un Amo procurar la deshumanización de su esclava? He leído bastante sobre ese tema y he escuchado a gente experta opinar sobre él y sé que hay Amos que pretenden y que consiguen deshumanizar a su esclava y sé de esclavas cuyo mayor placer es ser deshumanizadas y vivir como el animal que representan.
Esos son los límites a los que me refiero y aunque he puesto algunos ejemplos habría muchos más. Esos son los límites que me han llevado a preguntarme si un Amo debe limitarse él mismo, no por obligación sino por creencia, cuando piensa que no es bueno seguir aunque su esclava esté disfrutando y no me refiero a casos extremos, sino a casos corrientes y habituales en la práctica del BDSM. Si un Amo tiene atada a su esclava y piensa dejarla asi todo un día o una noche o sopesa los inconvenientes de hacerlo y decide acortar el plazo a sólo unas horas sin que haya habido ninguna causa de alarma, únicamente por precaución.
Sé que son ejemplos estremos pero sirven para ilustrar lo que planteo en el día de hoy: si un Amo debe autolimitarse por sí mismo, sin los requerimientos previos de la esclava y estando dentro de los términos pactados.

miércoles, mayo 14, 2008

Control total



En mi opinión y teniendo en cuenta mi propia experiencia puedo asegurar que cuanto más controlada está una esclava por su Amo, cuanto más humillada o, entre comillas, cuanto peor tratada, más sometida se siente, más predispuesta a obedecer y, desde luego, más sumisa. Pero, también, más satisfecha. Y no creo que sea por miedo a las represalias o al castigo, sino porque le permite desarrollar su personalidad de esclava, mostrarse como tal ante su Amo y cumplir, de esa forma, su principal cometido que, como sabemos, no es otro que servir a su Señor y ser utilizada por él. Seguramente no hay mejor forma de conseguir ese objetivo que saberse controlada y sentirse humillada, ser consciente de que no puede hacer nada si él no lo autoriza, porque de esa forma la sensación de falta de libertad y de dependencia llega a sus cotas más altas.

Recientemente, mi Amo ha decidido ejercer sobre mí un control que podría calificarse de exhaustivo. Lo ha hecho estableciendo un horario que debo cumplir obligatoriamente durante las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, de forma que pueda conocer lo que estoy haciendo en cada momento o, dicho de otra forma, que esta esclava tenga la certeza de que su Amo sabe lo que está hacienco a cualquier hora del día o de la noche, desde la hora en que tengo que levantarme o acostarme hasta el horario de cada una de mis comidas. Desde las horas en que puedo usar el baño hasta los momentos exactos en que puedo ver la televisión, chatear, leer, hablar con mis amigos y mis compañeros y, por supuesto, el tiempo que tengo que dedicarle a él personalmente. Cualquier cosa que desee hacer está bajo su control o, por decirlo más exactamente, no hay nada que pueda desear hacer o planificar porque todas mis actividades están planificadas de antemano por mi Amo, incluyendo la hora del día en que tengo que realizar cada una de ellas. Fuera de eso, no hay otra posibilidad que pedir permiso y esperar a ver si él quiere concedérmelo o prefiere no hacerlo.

Y es ese control, prácticamente total, junto con la obligación de tener que estar permanentemente a su disposición porque en cualquier momento puede llegar una orden y el endurecimiento de algunas de esas órdenes lo que hace que me sienta más sometida, más esclava si se quiere y mucho más sumisa pues me hace ser consciente de que el poder y la dominación están de su lado y que yo no estoy más que para obedecer y para ser sometida a los dictados de su voluntad.

Y así se llega, en definitiva, a lo fundamental: el incremento de mi satisfacción por ser su esclava y, presumiblemente, de la suya por ser mi Amo.

lunes, mayo 05, 2008

BDSM y religión


¿Es éticamente admisible que un creyente mantenga una relación BDSM? Sé que es una pregunta muy difícil de responder y que dependerá de multitud de factores, empezando por el grado de compromiso que tenga cada cual. Es cierto que puede resultar extraño y hasta chocante que una persona que defiende una serie de valores y que propugna un tipo determinado de sexualidad se introduzca en una relación en la que se practica todo lo contrario. Aunque, desde luego, siempre hay matices.
Hace algunas semanas tuve la oportunidad de hablar de este tema con un teólogo, miembro de un importante Comité de Ética. Según él, las relaciones sadomasoquistas y las relaciones BDSM no son moralmente aceptables. Argumentaba, no sé si con razón, que el deseo de obtener placer y, sobre todo, placer sexual, mediante o gracias al sufrimiento y al dolor no es ético, como tampoco lo es buscar ese mismo placer esclavizándose al servicio de otra persona y ello por mucho que exista el consenso entre ambas partes. Para la Iglesia y aún fuera de la Iglesia pero desde un punto de vista ético y moral, el hombre y la mujer son seres libres que deben basar su relación en el amor y en la entrega, no en la dominación ni en la sumisión del uno respecto al otro. Añadía que buscar el dolor ajeno para la propia satisfacción es reprobable y no tiene justificación, como tampoco la tiene la humillación ni otras prácticas que se realizan en el BDSM y que conforman una relación que sería más lógica entre seres más primitivos.
No quise polemizar con mi interlocutor ni entablar una discusión con él, más que nada porque mi absoluta ignorancia me habría hecho quedar en un mal lugar pero no pude evitar preguntarme a mí misma si la pasión de Jesús no fue un acto de profunda humillación y de terrible dolor, aunque no evalué que en este caso fue por un motivo bastante más importante que el de obtener placer.
Sí han estado dirigidas al placer otras manifestaciones religiosas como el martirio de los santos, los éxtasis, las flagelaciones y tantas otras prácticas llevadas a cabo a lo largo de los siglos, aunque podría argüirse que el placer apetecido era un placer místico y no tan evidente y mundano como el que perseguimos nosotros.
No quisiera terminar este comentario sin dar yo misma la cara y decir a todo aquel que lo ha leído que esta esclava es creyente.