viernes, julio 25, 2008

Deseos


Me hubiera gustado ser kahira, aunque sólo hubiera sido durante unos días. Estar al servicio de mi Amo las veinticuatro horas del día, ser esclava antes que trabajadora, ser perra antes que estudiante, estar sometida sin tener que pensar en el qué dirán. Y ya, puestos a soñar, me hubiera gustado vivir en una mazmorra, ser conducida a cuatro patas desde una cadena enganchada a mi collar. Me hubiera gustado carecer de libertad, que cada instante de mi vida hubiese estado controlado, vigilado y dirigido por mi Dueño. Me hubiera gustado ser un objeto, una propiedad como lo puede ser una perrilla que se ha adquirido en un mercado callejero y de la que no se conoce otra cosa que su aspecto actual. Haber sido domada día y noche, adiestrada con rigor, amoldada a los gustos de mi propietario.
No me estoy quejando, sólo pienso. He llegado adonde he llegado y me siento orgullosa de haber alcanzado el sitio en el que me encuentro. Orgullosa de que mi Amo me haya concedido el inmenso honor de ser su esclava, de que me haya aceptado en su cuadra a pesar de todo y por encima de todo y de que me haya adiestrado hasta convertirme en una esclava comprometida y verdadera. Orgullosa de haberle servido y de seguir sirviéndole con total sumisión, de haber permitido que me usara a su antojo, de haber cumplido siempre sus órdenes y sus deseos.
Me seguiré ofreciendo a él como su esclava aunque esté a un millón de kilómetros, incluso aunque no esté en ningún lugar o me encuentre allí, tan lejos, donde se hallan las estrellas.
Pero me hubiera gustado haber tenido la oportunidad de dar ese paso, uno solo y no muy grande, y haberme convertido en una esclava total, personal, real, sometida y definitiva. Sé que hubo un momento en que estuve a punto de darlo y que, únicamente, una tonta y desgraciada circunstancia lo impidió. Sé que a partir de ahí se detuvo el tiempo y que el avance casi vertiginoso en el que estaba inmersa se convirtió en otro más propio de una tortuga. Hasta es posible que se haya detenido.
O tal vez no. Acaso algún día mi sueño se convierta en realidad y entonces mi Amo me permitirá abandonar la Torre para acudir a mi trabajo y me esperará reloj en mano, vigilando cualquier retraso, porque seré su esclava veinticuatro horas cada día.
¡Quién sabe!
Hoy grito que me hubiera gustado llegar al lugar y a la posición en la que a veces sueño que estoy. Que me hubiera gustado ser kahira aunque sé que si no lo soy es porque no merezco serlo ni siquiera durante unos días.

miércoles, julio 16, 2008

Sobre gustos


Mi Amo me preguntó qué era lo que más me gustaba de mi esclavitud. Parece una tontería pero es una pregunta que tiene una difícil respuesta. No hay una cosa en especial que me guste más que otra. No me gustan más los azotes o el bondage o ninguna otra determinada actividad. Lo que más me gusta de la esclavitud es ser esclava, o por decirlo que una forma mucho más exacta, ser la esclava de mi Señor. Lo que de verdad me gusta es saber que cualquier cosa que haga o que quiera hacer está supeditada a la voluntad de mi Amo. Lo que me gusta es que tengo que darle cuenta de todo lo que hago, o por lo menos, de todo lo que él quiere que le dé cuenta, ya sean los sitios a los que voy, lo que como o el dinero que gasto. Me gusta sentirme controlada. Mi Amo establece mi horario de cada día, un horario estricto que no puedo infringir y si dice que tengo que ir al baño a unas horas determinadas lo tengo que hacer o la hora en que tengo que comer o cenar o levantarme o acostarme. Y así, aunque no me vea, sabe que ese día a esa hora estoy haciendo lo que él quiere que haga. Me gusta saber que mi Señor dispone de mi cuerpo y que puede usarlo como quiera. Si quiere pegarme me pega y si quiere dejarme atada o amordazada o empaquetada o colgada lo hace sin ningún problema. Si yo quiero hacer algo le pido permiso, no puedo hacerlo por mí misma porque no tengo poder de decisión y si no me lo da no tengo más remedio que aguantarme. Si quiere puede exhibirme delante de otros Amos y hacer que me pasee a cuatro ptas delante de ellos, porque soy su perra y su esclava.
Eso es lo que más me gusta de mi condición de esclava y por ello trato de perfeccionarme cada día más y seguir avanzando. En realidad y a pesar de todo, aún estoy en pañales, aún me queda mucho por aprender y aún me queda un gran camino que recorrer. Tal vez algún día llegue adonde quiero y la posibilidad de hacerlo es lo que, de verdad, me gusta de mi esclavitud.

domingo, julio 06, 2008

Exhibicionismo


Hace ya mucho tiempo, en los primeros meses de nuestra relación, me contó mi Amo que en una ocasión castigó a una de las esclavas que poseía entonces a salir a la calle con un vestido transparente o semitransparente. No recuerdo si me dijo si debajo del vestido estaba autorizada a llevar ropa interior, pero de lo que sí me acuerdo perfectamente es de que, asombrada y, hasta cierto punto, asustada, le pregunté si pasearse desnuda por la calle no era un delito o, al menos, una falta por escándalo público y si, por tanto, esa chica no podía acabar dando con sus huesos en la cárcel.
Desconozco si mi Amo ha exhibido a alguna de sus esclavas anteriores ante otros Amos o ante otras personas, pero lo cierto es que aquel susto de principiante se me ha ido pasando con el tiempo, seguramente al ir acumulando experiencias y al ir siendo objeto de algún tipo de exhibición.
Porque si bien, y hasta el momento actual, esta esclava no ha sido exhibida nunca ante otros Amos, si por exhibición se entiende el que mi Amo me muestre desnuda ante otras personas, si he sido objeto de otros tipos de exhibición que podrían calificarse como más sutiles.
En algunas ocasiones mi Amo ha acompañado el permiso para que pudiera salir un fin de semana por la noche con la orden de ir sin ropa interior. Una situación así es habitual en mí, pues la mayor parte del tiempo estoy sin ropa interior y no me causa mayor trastorno, pero si a ello se añade la obligación de vestir una minifalda supercorta, la cosa varía. El tener que estar sentada en el taburete de un bar porque no te has podido negar a la insistencia de tus acompañantes, con una minifalda que se te queda casi en las ingles y sin bragas es una situación sumamente embarazosa, lo mismo que estar sentada, con la misma ropa y en las mismas circunstancias, en el asiento bajo de una discoteca, erguida y sin poder juntar las piernas porque hay que mantener la compostura de esclava, con otra persona, a lo mejor un hombre, frente a ti.
Hasta el momento presente esa ha sido la mayor exhibición a la que me ha sometido mi Amo. Sé que algunas de las personas que iban conmigo en esas ocasiones se dieron cuenta de que iba sin bragas y sé que lo que menos se imaginan es que soy una esclava cumpliendo una orden de su Amo. También sé que en algún momento del futuro, mi Amo me exhibirá desnuda. Espero que cuando llegue ese momento me encuentre preparada para afrontarlo.

martes, julio 01, 2008

Emputecimiento


Conozco a una esclava cuyo Amo la obliga a prostituirse o, por decirlo de un modo más suave, a mantener relaciones sexuales con otros Amos, no sé si también con personas que no sean Amos pero creo que no, a cambio de dinero. Según tengo entendido, doscientos cincuenta euros por servicio, lo que le parece bastante poco, dinero que dedican a la compra de material e instrumental para la mazmorra y a la manutención de la esclava. El Amo la presenta a los clientes vestida y con apariencia de prostituta, es decir, excesivamente maquillada, con ropa provocativa y hasta cierto punto extravagante.
Sé de otros casos similares, aunque ya no por referencia personal y directa, que se pueden situar más arriba y más abajo del que he citado anteriormente. En el primero de ellos, el Amo exige a su esclava hacer la calle, con lo que la prostituye no solamente con otros Amos, sino también con cualquier otra persona lo que, según mi opinión de esclava, lo convierte en un vulgar chulo.
En el otro caso, el Amo obliga a la esclava a hacer la calle pero sólo la parafernalia pues los precios extremadamente exagerados, la vigilancia que él mismo ejerce y otras facetas impiden que se consume la relación.
Me interesa especialmente el primero de estos casos porque si es cierto que la esclava es ofrecida solamente a otros Amos, la actividad podría equipararse a una cesión, algo totalmente corriente y frecuente en una relación BDSM y aunque medie dinero, podría ser aceptable siempre, naturalmente, que no se haga a la fuerza.
No es que esta esclava esté de acuerdo en que un Amo acepte dinero de otro para que practiquen sexo con su propia esclava pero podría considerarlo dentro de las prácticas del BDSM. Lo que no aceptaría nunca, incluso en el caso de carecer de límites y por ello sería motivo de ruptura de la relación, es que mi Amo pretendiese convertirme tanto en una puta callejera como en una prostituta de lujo.